¿Qué es la inversión sostenible?

La inversión sostenible se ha convertido en un término clave en el mundo de las finanzas. Pero detrás de este nombre se esconde una realidad compleja. ¿Cómo distinguir entre auténticas iniciativas sostenibles y meras operaciones de marketing?

¿Qué es la inversión sostenible?

La inversión sostenible pretende conciliar el rendimiento financiero con un impacto positivo en el medio ambiente y la sociedad. No se trata sólo de evitar industrias nocivas, como las muy vinculadas a la contaminación o la deforestación, sino de invertir activamente en proyectos que favorezcan la transición ecológica, como las energías renovables, la agricultura ecológica o las tecnologías limpias.

Sin embargo, la noción de «sostenible» puede variar:

  • Energías renovables: Invertir en empresas que producen energía solar o eólica puede considerarse sostenible, ya que contribuyen a reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, algunos podrían argumentar que la fabricación de paneles solares puede tener un impacto medioambiental negativo, lo que hace que la inversión sea menos «sostenible» según ciertas normas.
  • Agricultura ecológica: Invertir en empresas agrícolas que no utilizan pesticidas puede considerarse sostenible, ya que contribuyen a la salud del planeta y de los consumidores. Sin embargo, si estas explotaciones utilizan cantidades excesivas de agua o tienen prácticas insostenibles de gestión del suelo, no pueden considerarse plenamente sostenibles.
  • Tecnologías limpias: Invertir en empresas que desarrollan tecnologías para limpiar los océanos o reducir los residuos puede considerarse sostenible. Sin embargo, si el proceso de producción de estas tecnologías es contaminante o poco ético, podría cuestionarse su carácter sostenible.

Por eso es difícil hablar de inversión sostenible, porque es un concepto de geometría variable. Esto no ha impedido que algunos jugadores se declaren «sostenibles».

La polémica de los fondos «verdes

La creciente popularidad de la inversión sostenible ha dado lugar a una proliferación de fondos que afirman ser «verdes». Sin embargo, no todos son tan ecológicos como dicen ser. BlackRock, por ejemplo, cuya inversión en «energía sostenible» se supone que da prioridad a la financiación de energías «limpias» y «renovables«, al tiempo que **excluye estrictamente a las empresas de carbón, petróleo y gas, principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

Sin embargo, según una investigación de Le Monde, el compromiso no se ha cumplido: los tres mayores activos de este fondo de 6.000 millones de euros son pesos pesados del sector de los combustibles fósiles. Sólo la energética alemana RWE AG, la estadounidense Nextera Energy y la italiana Enel SPA suman el 16% de sus activos, a pesar de que producen cerca de la mitad de su electricidad a partir de carbón, gas y petróleo.

BlackRock no es un ejemplo aislado. En una investigación conjunta con una docena de medios europeos, entre ellos Investico y Follow the Money, Le Monde descubrió que la mayoría de los agentes financieros que prometen a sus inversores que utilizarán sus ahorros para ayudar al clima siguen financiando de hecho a empresas contaminantes. Las etiquetas y las normas no marcan la diferencia: incluso los fondos «superverdes» suelen tener fallos. A escala europea, casi la mitad (46%) de los que hemos estudiado invierten en activos relacionados con los combustibles fósiles o la aviación.

Este «gran engaño» ha suscitado debate y preocupación sobre la verdadera naturaleza de lainversión sostenible.

La taxonomía verde de la Unión Europea: una respuesta clara

En diciembre de 2019, la Unión Europea adoptó el reglamento sobre la taxonomía de las actividades verdes, allanando el camino para un ambicioso punto de referencia europeo para las finanzas sostenibles. Este reglamento pretende definir lo que constituye una inversión respetuosa con el medio ambiente.

Todavía se están llevando a cabo debates técnicos para determinar los umbrales y criterios técnicos para definir las actividades «sostenibles», «de transición» y «de apoyo a la transición», ya que el tema es complejo. El objetivo es garantizar que estos criterios :

  1. Se basen en trayectorias de descarbonización a largo plazo que sean sistémicas, sólidas, transparentes y compartidas por todas las partes interesadas.
  2. Estar en consonancia con el objetivo de neutralidad climática para 2050 que la UE se dispone a consagrar en su primera ley del clima.

La Directiva sobre informes de sostenibilidad en el sector de los servicios financieros (SRD) también desempeña un papel crucial en este contexto. Su objetivo es aumentar la transparencia y proporcionar a los inversores información clara sobre la sostenibilidad de las inversiones.

Conclusión: la complejidad de la inversión sostenible y la importancia de una taxonomía europea

Lainversión sostenible es un tema complejo y en constante evolución. Aunque las promesas de los fondos «verdes» pueden resultar seductoras, la realidad demuestra que no todos son tan respetuosos con el medio ambiente como dicen ser. En este contexto, la taxonomía verde de la Unión Europea parece ser una respuesta esencial para aclarar el panorama de la inversión sostenible. Mediante la definición de criterios claros y transparentes, pretende ofrecer a los inversores una referencia fiable que les permita distinguir las auténticas oportunidades sostenibles de las falsas.

La introducción de esta taxonomía tendrá un impacto significativo en el mundo de la inversión. Las empresas y fondos que no cumplan estos criterios corren el riesgo de perder la confianza de los inversores y clientes concienciados con el medio ambiente. Por lo tanto, es crucial que los agentes financieros echen un vistazo rápido a la taxonomía europea y alineen sus estrategias en consecuencia. Ignorar esta evolución podría tener consecuencias financieras y dañar su imagen.

Así pues, parece que la inversión sostenible es algo más que una moda pasajera. Esto es necesario para garantizar un futuro sostenible para nuestro planeta y satisfacer las crecientes expectativas de consumidores e inversores en términos de responsabilidad medioambiental.

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